Guadalcacín es una pedanía antes separada de la ciudad pero ahora integrada en ella. Conserva una estructura urbana propia pero está ya unida al casco urbano mediante una zona construida hace pocos años.
En Guadalcacín se ubicaba una de las plantas azucareras de la zona. Hasta ella se trasladaba la cosecha de remolacha para su procesado y posterior embarque en vagones de tren. Hasta los años 80 del siglo XX era necesario cruzar las vías para circular por la zona mediante pasos a nivel sin ningún tipo de barrera.
Tras el abandono del cultivo de la remolacha será a partir de los años 50 del siglo XX cuando vuelva a aparecer para sustituir parcialmente al algodón en los cultivos de secano. Los agricultores que se aventuraron de nuevo con este cultivo tenían que transportar la remolacha a las azucareras de Granada, a la sevillana de Los Rosales o a la cordobesa de Villarubia. Por esto se insiste durante años en la necesidad de construir una azucarera en Jerez destacando Fermín Bohórquez Gómez como impulsor de la azucarera de Guadalcacín.
El panorama cambia cuando en 1965 la compañía Ebro adquiere en Pozoalbero, junto a Guadalcacín, una finca de 33 hectáreas para construir una planta azucarera ante el empuje del cultivo en la provincia. Habría que esperar hasta 1967 cuando se autorizó el cierre y el traslado de la Azucarera del Gállego (Zaragoza).
En poco más de un año se levantó la planta, que fue inaugurada el 9 de julio de 1968. Ese mismo verano realizó su primera campaña molturando casi 300.000 toneladas de remolacha a razón de 4.000 de media diaria, todo un récord para la época. Tanta era la actividad y empleo generado que la pequeña población era conocida como “Barriada Azucarera Guadalcacín”.
Fue cerrada por Ebro-Puleva en 2007. Su implicación ferroviaria pasó por un enlace mediante vía de ancho 1672 mm mientras que en el interior de la factoría se contó con una red industrial de 600 mm.
Los malos olores propios de estas instalaciones se denunciaron en Jédula y en Guadalcacín, cuya azucarera se vio obligada a trasladar sus balsas a un paraje aislado en las cercanías de las Mesas de Asta ocupando el vaso de la antigua Laguna de Las Mesas en plena marisma, como lo hiciera la Azucarera de Guadalete en la laguna de Las Quinientas. Ambos espacios naturales quedaron destruidos si bien hoy se encuentran ya en vías de recuperación.
Tras el cierre las instalaciones han sido en parte desmanteladas y en parte arrasadas por ladrones que se han llevado todo lo que podían de metales, incluso las vías del ferrocarril utilizando maquinaria pesada para su venta en el mercado negro.